El partido en Zaragoza tenía que servir para dilucidar los objetivos de los nazaríes en el presente curso baloncestistico. Una victoria nos habría orientado hacia la lucha por entrar en la Copa del rey, pero una derrota, como así ocurrió, nos hace poner los pies en el suelo y pensar en la permanencia como principal y casi único destino. Parece exagerado basar esta afirmación en un solo partido, aunque el Príncipe Felipe es una de esas canchas en las que tienes que vencer para constatar que tu equipo es lo suficiente maduro como para optar a cotas mayores que la aspiración de mantener la categoría.
No me asustan demasiado las tres derrotas en otros tantos encuentros disputados. Ganar fuera de casa en la ACB a cualquiera, es muy complicado, máxime cuando eres un conjunto de los de abajo. Y digo que no me asusta por que los hombres de Trifón Poch (algún día habrá que preguntarle al mister sobre su curioso nombre) han demostrado en los tres partidos disputados, sobradas muestras, calidad y actitud, que tienen que hacernos confiar en que mas pronto que tarde, se consigan las victorias, sobre todo en el Palacio, que debe convertirse en un fortín, con la llegada de los rivales de nuestra liga.
Hay que armarse de paciencia, pues nuestro próximo visitante es el Caja Laboral y la derrota es más que posible. No hay que desesperarse, estamos teniendo un calendario muy complicado y la liga es muy larga como para estresarse tan pronto.
Después de los vascos, serán los estudiantiles madrileños los que visiten la cancha granadina y será entonces un punto de partida para calmar a los aficionados granadinos, que cada vez se resisten más a ir al palacio.
Sobre este tema, habría que decir que las retransmisiones televisivas, tienen su parte de culpa. También el hecho de que el aficionado se acomoda en el estatus ACB que actualmente posee y el hecho de no ver evolucionar a su equipo año tras año, hace que se desilusione y no de el suficiente valor a su situación actual, que, paradójicamente, resulta envidiada por más de media España. ¿Cuántas ciudades pueden presumir de participar en la mejor liga de Europa? Tan solo un puñado de ellas, y Granada está entre ellas, de nosotros depende que siga siendo así.
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